sábado, 7 de marzo de 2009

DISPUESTA A CUMPLIR MI MISION


La nave me dejo en el Kalahari y me decidí a explorar la zona a ver si el ganimediano de las narices andaba por allí.

No iba a desaprovechar la ocasión de conocer Africa, además allí abundan los animales y era posible que estuviera por aquella tierras.

Me apunte a un safari fotográfico en Zimbabwe con ilusión.

Eso si, a todo lujo. La habitación del hotel, tipo bumgalow tenía cámaras fotográficas que te permitían ver todo lo que se movía por sus proximidades.

Estábamos situados al lado de una charca o laguna donde venían los bichos a beber.

Un sitio paradisiaco, pero no ganabas para sustos.

Dormías tranquilamente cuando un rugido horroroso te hacía pegar un salto en la cama. Miraba las cámaras y un león de tamaño natural rondaba entre los bumgalow. Era peligroso asomarse al exterior. Así que eso de fumarte un pitillo a la luz de la luna era una empresa arriesgada.

El primer día me dedique a ver a mis compañeros de safari. Buscaba alguno con las señas identificativas de mi hombre.

No vi nada más que guiris en calcetines blancos, con chanclas y maquina de fotos al hombro.

Por qué será que todos los turistas sean americanos, europeos, chinos.......son iguales.

Se extrañaban de que estuviera sola, así que les dije que escribía artículos sobre animales salvajes.

En general eran todos bastante agradables.

Aunque estaba encantada de gozar de todo aquel lujo a cuenta del rey Jonay, al segundo día visto que allí no estaba al que buscaba, pedí una avioneta para desplazarme a Kenia.

Me dije: Voy a darme una vuelta por la aldea de la abuelita de Obama. Curiosa que es una.

Montada en aquel trasto estuve a punto de morir de un infarto.

Volábamos a ras de árboles y aquello se movía como para poner los pelos de punta a cualquiera.

Al piloto, o lo que fuera, le gustaba asustar y de vez en cuando decía:

- Mire, mire una manada de jirafas.

Con ese motivo pegaba unos bajones y unos giros que te dejaban el estomago en la boca.

Al fin vimos un puñado de cabañas y casitas de adobe.

- Ya estamos en la aldea de Kogelo me dice el piloto.

Me asome cautelosamente por la abertura del trasto y vi un sitio precioso lleno de aguacateros y papayas. Mucha vegetación y todo ello bañado por el lago Victoria.

La abuela Sarah me recibió muy cordialmente. Cría gallina y anda descalza a sus 82 años.

La mujer esta orgullosa de su nieto.

Como todos eran negros, mi hombre estaba claro que no andaba por allí. sin embargo pregunte por si acaso.

Me dijeron que hacía unos tres años alguien parecido al que yo describía estuvo allí. Solo aguanto tres meses. Eso si se hincho a ver animales. no sabían a donde se había dirigido después.

Me despedi de la tribu, una madrugada soleada rumbo a Egipto, no iba a perderme las pirámides. Al ganimediano podían gustarle los camellos.

Desde luego para viajar por Africa hay que ser muy aventurero y no tenerle miedo a nada, solo con ver los medios de locomoción te apetece salir al galope.

(Continuara)

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